Prologado por el también periodista Félix Madero y con el epílogo del igualmente colega de profesión Fernando Jáuregui, el libro reflexiona, en sus cerca de 400 páginas, sobre los tiempos que corren, retrata algunas personas vivas y muertas y bromea con ciertos usos y costumbres sociales que el autor se resiste a dar por válidos.
400 páginas repletas de aspectos de la vida actual, que el autor revisa a través de casi 150 artículos políticamente incorrectos publicados entre 2011 y 2013.
LOS SUEÑOS SON POSIBLES
La casualidad hace que escriba estas palabras mientras escucho una bellísima canción de Pablo Guerrero, Sueños Sencillos. La voz sabia y profunda, casi un susurro, llega a estremecerme cuando escucho que Los sueños vuelan altos como pájaros/ Los sueños ven la tierra desde arriba/ Los sueños tienen ojos transparentes/ Los sueños iluminan/ Los sueños son posibles. Pero salgamos de la poesía y vayamos a la realidad y tratemos de explicar las razones por las que los sueños posibles me llevan al libro que tiene en sus manos.
Hace muchos años que conozco a José-Miguel Vila. Nos conocimos en la redacción de Onda Cero compartiendo oficio delante de un micrófono. Quizá esa hermandad hace posible este reencuentro hoy y estoy seguro de que aquella época nos marcó tanto que los dos somos producto de ese tiempo maravilloso. Pasados los años somos dos periodistas enganchados al instante, al segundo que dura una emoción, al momento fugaz que se clava en la memoria. Escribimos con palabras, pero llenamos los folios de sonido. Apuntamos en nuestra libreta palabras viejas que casi nadie pronuncia pero que al escucharlas nos permiten arrancar de la memoria -esa piedra siempre viva-, un artículo, un poema, un sueño sencillo y posible. Por eso nos entretenemos pronunciando palabras bellas: abedul, floresta, beleño, mandrágora, tipómetro.
Por eso, y esto no se lo escucharán a José-Miguel, en este libro hay textos que mantienen la pulsión y el nervio de un buen poema. Nadie se llama así mismo poeta, pero es obligación de los que leemos y nos orgullecemos de hacerlo bien reconocerlos, mostrarlos, desenmascararlos. Como José-Miguel, están agazapados en los semáforos, en las cafeterías, en los parques de la gran ciudad, en los caminos blancos y polvorientos…Solos inventan la vida, solos descubren la magia de mostrar aquello que la gran mayoría de los hombres imagina o sueña. Todo está a nuestro alcance, pero sólo algunos hombres están dotados para atrapar una ilusión que transforman en recuerdo, es esperanza y algunas veces en la desolación que trae siempre la infelicidad y la injusticia que tantas veces representa la costumbre de vivir.
Supongo que al autor no le importunará que diga como lo he visto siempre: un poco despistado, tímido, profundamente observador, alegre más que feliz, con una memoria para retratar el instante de esas que dan envidia y, sobre todo, sensible, muy sensible en todo aquello que tiene que ver con las relaciones humanas. El autor de Modas infames tiene una memoria de elefante que acompaña con un rígido sentido de la oportunidad. Habla de lo que hablamos los demás. Escribe lo que seguramente hubiéramos querido poner negro sobre blanco en el papel. Seguramente es esa memoria la que le hace ser un escritor muy preparado para el detalle, para una conversación escuchada en la calle, para el lamento y la felicidad. Su mirada hostil contra la injusticia, la falta de valores, la ordinariez de la televisión, los vaivenes de la profesión de periodista y tantas miradas atentas a lo que nos rodea. Recordar es volver a vivir. Eso es lo que, amigo lector, te ofrece José-Miguel Vila, retazos de vida, golpes de emoción. Y una verdad que sólo queda reflejada en esta aventura maravillosa que es vivir para contar.
Félix Madero
Mayo 2012