El año 2014 va a ser recordado durante muchos decenios en Ucrania. En la historia general y en la historia particular de cada uno de sus aproximadamente cuarenta y cinco millones de ciudadanos, que han visto, en muy poco tiempo, demasiados cambios para poder digerirlos sin efectos secundarios.
Todas las claves históricas, políticas, económicas, diplomáticas y geoestratégicas de un conflicto que Vladimir Putin inició en 2013 con la anexión de Crimea, y que la comunidad internacional ha contemplado casi sin inmutarse.
No para. Es inquieto. Luchador. Diferente. Comprometido. Perseverante. Y es mi amigo. Lo pongo por delante porque creo que hoy en día la amistad de verdad, no la relación de las redes sociales, tiene un valor mayor.
Conocí a José-Miguel Vila en septiembre de 2002. Entonces yo iniciaba mi relación profesional con la ONCE y José-Miguel era director técnico de Comunicación de la casa. Y conocí a un periodista. Porque un periodista siempre lo es, aunque trabaje en labores de comunicación o sea escritor, como ahora nos toca comentar de José-Miguel. Entonces compartimos departamento durante tres años.
Participamos en diferentes proyectos y recuerdo especialmente dos: un libro sobre el 65 aniversario de la ONCE. Espectacular. Diferente a todo lo que se había hecho hasta entonces en materia de conmemoraciones de una empresa o entidad. Impecable en la forma y en el fondo. Y el primer libro escrito por José-Miguel: Con otra mirada (2003), 50 historias de personas ciegas donde «lo sustantivo es la persona y ciego es solo el adjetivo». Me tocó acompañarle a diferentes ciudades españolas para contar este libro de entrevistas donde cada personaje podía ser el protagonista de un libro entero. José-Miguel no dejaba de sorprenderme por sus argumentos o comentarios sobre su obra. Ahí había madera de periodista y de escritor.
Siguió publicando libros: Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, Ahora (2010) y Modas infames (2013).
Y ahora vuelve a sorprendernos con una visión particular de Ucrania. Tiene la habilidad de contar los últimos episodios en un país siempre revuelto, vincularlo con quienes algunos llaman el nuevo «zar Putin» y explicar de manera sencilla y atractiva los sucesos de un lugar clave en un mundo interconectado donde si se mueve una pieza de ajedrez, puede provocar un jaque mate al resto de países de la zona. Ucrania se encuentra en un lugar estratégico entre Europa y Asia, con una posición privilegiada para Rusia y su salida al mar Negro (los rusos siempre han estado obsesionados con el mar, con buscar salidas). Un país con mucha más historia que la propia Rusia, pero que ha permanecido bajo su dominación durante demasiados años. En esto me recuerda a Polonia, un país que celebra más las derrotas que las victorias. Es lo que tienen los imperios: fagocitan a sus satélites, como si fuera un cuadro de Goya (un autor que gusta mucho en los países del Este).
Tuve la suerte de conocer Kiev, (capital de Ucrania) en 2012, justo antes de las revueltas. Me sorprendió su riqueza, sus monumentos, sus monasterios, su universidad. Los ucranianos mostraban de una manera sencilla su cultura. Pero había un poso, una dependencia excesiva de Rusia que podía romper la débil estabilidad del país.
José-Miguel, una vez más, acierta con el enfoque. Deja que en su libro hablen muchas personas, ucranianas o expertos en el país y en la zona. Un libro coral donde él va dando paso a testimonios que nos aclaran una realidad desconocida u oculta tras un velo de poder donde se mezclan intereses contrapuestos.
Un libro oportuno de un periodista que sabe adentrarse en el corazón de un país. Una habilidad al alcance de muy pocos. Vila nos vuelve a sorprender. Seguro que ya está pensando en el siguiente libro. En otro asunto que nos desvelará cuestiones con otra mirada, donde hablará de vidas, de mujeres, de un país, como hace en Ucrania que precisamente significa eso: país. El país que destripa José-Miguel Vila, con permiso de Putin. ¡Enhorabuena!
José Manuel González Huesa, director general de Servimedia